INTEGRACIÓN SOCIAL EN EL INSTITUTO COLUMELA DE CÁDIZ

En estos momentos la profesión de integrador social es aún muy reciente, y más si se compara con otras profe­siones con una formación universitaria más consoli­dada, como la de trabajador social o la de educador social. También es necesario tener en cuenta a trabajadores familiares, auxiliares de geriatría, monitores, etc., que, sin tener una formación reglada desempeñan su trabajo en el sector.
Desde el punto de vista de la inserción laboral, es aún una profesión poco demandada, aunque en continuo crecimiento. En parte porque es muy reciente y resulta poco conocida en las empresas y en parte porque tam­poco está plenamente incorporada a los convenios la­borales. Sin embargo, es un espacio laboral que existe y necesita personal cualificado capaz de realizar una prác­tica reflexiva y adaptada a cada situación.
Todo este espacio que ocupa lo que se podría denomi­nar genéricamente como espacio de la integración social (o servicios sociales) es cada vez más amplio: las perso­nas viven cada vez más años y cada vez es más difícil que la propia familia se encargue de su cuidado, la im­portancia y el apoyo creciente que la sociedad otorga a la participación y ocupación de las personas discapaci­tadas, los problemas sociales que genera el hecho inmi­gratorio, la realidad del paro como problema estructural en las sociedades postindustriales que afecta especial­mente a los colectivos más desfavorecidos, la existencia de bolsas de pobreza endémica en nuestras ciudades, etc. Esta realidad requiere de manera creciente de la participación de nuevos actores, y por supuesto, de más recursos. Y es en este ámbito donde el técnico su­perior en integración social ha de encontrar su espacio de actuación.

¿Qué aportamos con esta nueva titulación?

Ante todo, la titulación en integración social aporta la posibilidad de prepararse profesionalmente para estar en contacto directo con las personas, dentro del ámbito del trabajo social.
Forma parte del desarrollo de la oferta reglada de for­mación profesional, y responde a la necesidad de ho­mologar las titulaciones en la Unión Europea. Es evi­dente que si se quiere hacer efectivo el derecho a la li­bre circulación de trabajadores en el espacio europeo hay que hacer un esfuerzo para que su cualificación sea equivalente. También es cierto que la demanda de profesionales no es la misma en unos estados del bienestar desarrollados, como lo son algunos de la UE, que la que se produce en el nuestro, donde el estado del bienestar no está lo su­ficientemente desarrollado y la competitividad laboral respecto a otras titulaciones e incluso con el voluntariado está desgraciadamente muy vigente todavía.

¿Cuáles son los puntos fuertes del título de técnico superior en integración social?

Para quienes sientan más interés por el trabajo perso­nal, cara a cara, que por las tareas de gestión o planifi­cación, estos estudios pueden suponer la posibilidad de adquirir los conocimientos teóricos y prácticos necesa­rios, y también de desarrollar las capacidades persona­les y las actitudes más adecuadas.
El carácter orientador de estos estudios permite, ade­más, acercarse profesionalmente a una realidad, la del trabajo social, a menudo desconocida en sus as­pectos más concretos. No es lo mismo mostrar sensi­bilidad por un colectivo o una problemática social, que reflexionar sistemáticamente sobre las distintas necesidades sociales y hacer una primera aproxima­ción a los programas y recursos destinados a satisfa­cerlas.
En cuanto al aprendizaje de procedimientos y técnicas de carácter práctico, propio de la formación profesio­nal, las prácticas en empresas ayudan a conocer más a fondo un posible campo de trabajo futuro, y a decidir una especialización con más elementos de juicio. Está claro que no es lo mismo el trabajo con inmigrantes que con ancianos, por poner un ejemplo. Un período de prácticas puede aportar no sólo un conocimiento más profundo sobre el ámbito de que se trate, sino también sobre cómo lo vive cada futuro profesional; de esta manera se contribuye a ajustar un poco mejor las expectativas a la realidad.